domingo, 7 de diciembre de 2014

COMUNEROS LEONESES

La revolución de las Comunidades surge en el marco territorial de buena parte de los territorios y reinos adscritos a la Corona de Castilla.
 Iniciado el movimiento en el seno de las ciudades y villas más importantes de los reinos de Castilla y de León, en sus orígenes el movimiento tuvo un marcado carácter urbano, pues no en vano sólo las 18 ciudades más importantes de la Corona de Castilla estaban representadas en las Cortes.
 El problema se inicia con la muerte de la Reina Isabel I de Castilla y el vacío de poder que intenta aprovechar la alta nobleza partidaria de Felipe el Hermoso. Pero la muerte de éste, la vuelta a las Regencias y el apoyo manifestado por una parte de la nobleza al infante Fernando, criado en España, frente a la opción definitiva representada por el príncipe Carlos, formado en los Países Bajos, tiene como resultado final la elección de Carlos como futuro Rey de los distintos reinos que forman la Monarquía Hispana. En noviembre de 1517 llega el nuevo rey a España, no con pocos contratiempos, sin hablar palabra de castellano y con pocas ganas de entrevistarse con el viejo Cardenal Cisneros. Rodeado de una corte de «extranjeros» comandados por el cardenal Adriano de Utrech, la situación se complica cuando el futuro rey Carlos es elegido Emperador.
 La reacción de las ciudades con voto en las Cortes de Castilla se puso claramente de manifiesto tanto en las Cortes de Santiago como en las de La Coruña, pese a que Carlos obtuvo bajo soborno el dinero para viajar a Alemania ante la protesta de estas ciudades que quieren un rey de Castilla, no un emperador. Durante el verano de 1520 se fraguó la revolución a partir de la creación de una Junta Santa que busca legalidad junto a la reina Juana retenida en Tordesillas.
       En un principio fue un movimiento urbano, al que se une a finales de 1520 un claro movimiento antiseñorial en los dominios de los grandes señores de vasallos del reino de Castilla. La ciudad de León representada por el Regimiento (Ayuntamiento), el Cabildo Catedralicio y monasterios, como el de Santo Domingo, se debate durante el verano en el apoyo al movimiento con dos bandos claramente enfrentados: el realista representado por el Conde de Luna, Francisco Fernández de Quiñones, y por el canónigo Diego de Valderas, juzgado por sus actos hostiles en agosto de 1520, y por el comunero encabezado ya en esos momentos por Ramiro Núñez de Guzmán y sus hijos, por Antonio de Quiñones, por el canónigo Juan de Benavente y por el prior del convento de Santo Domingo, Pablo de Villegas o de León.
       En septiembre, León ya está representada en la Junta a través de sus dos procuradores: Juan de Benavente y Antonio de Quiñones, a los que se unirá pronto fray Pablo como ideólogo y representante permanente en la Junta. El conde de Luna definitivamente sale de León y a finales de ese año lucha contra los comuneros, una vez que logra reclutar soldados en Asturias. Por el contrario, Ramiro Núñez y Antonio de Quiñones reclutan tropas para la causa comunera.
 Recuperada Tordesillas por las tropas reales, traicionados los comuneros por ciudades como Burgos y por algunos nobles, la guerra no sólo es inevitable, según fray Pablo, sino que desemboca en la derrota final en Abril de 1521. La alta nobleza castellana, que se jugaba mucho en el envite, y la monarquía fueron, a la postre, las grandes beneficiadas. ¿Porqué el movimiento sólo tuvo repercusión en la ciudad leonesa y no en el resto de la provincia? Parece claro que diversos factores pueden explicar dicha posición, teniendo en cuenta que algunas villas y concejos del sur de la provincia sí se declararon a favor de la causa comunera, lo que le costó a San Martín de Torres la degradación de villa a lugar por parte de su señor, el obispo de Astorga. Ni que decir tiene que la menor incidencia del régimen señorial, la plena autonomía política de los concejos, la capacidad de autocontrol de las villas y lugares adscritos a la jurisdicción realenga o a la señorial, pesaron a la hora de no participar en el movimiento rural antiseñorial, máxime cuando, a diferencia de Castilla, el pacto entre los señores y los concejos ya se había sellado durante el reinado de los Reyes Católicos y cuando los concejos leoneses llevaban ya muchos años luchando por la vía jurídica contra los señores. Posiblemente fueron muchas las villas y lugares leoneses que en sus respectivos concejos tomaron el acuerdo verbal, pues los acuerdos concejiles no se escriben, de apoyar la causa comunera durante el verano de 1520, pero otra cosa era el participar como comunidad en el movimiento.
Las biografías 1. Fray Pablo de Villegas, también apodado como Fray Pablo de León. Fue este misterioso personaje, tal como lo define Joseph Pérez, prior del Convento de Santo Domingo de León, uno de los principales ideólogos y predicadores de la causa comunera. En su posible obra, Guía del cielo , no sólo refleja sus convicciones religiosas puras, sino que manifiesta un claro rechazo a la nobleza señorial y que el rey debe de someterse a la voluntad de su reino, pues éste está por encima del rey. Nace en los años setenta del siglo XV en tierras leonesas y toma los hábitos en Salamanca en 1491. Buen conocedor de la situación social de la época de los Reyes Católicos y de la imposición de la nobleza, llega a León como prior del convento de Santo Domingo a principios del siglo XVI y aquí conoce de primera mano las tropelías y abusos del conde de Luna en contra de las rentas y derechos de su convento, lo que parece explicar su actitud de rechazo a los grandes señores de vasallos y a todo lo que significaba la subida al trono como rey de España de Carlos. Es más que probable que muy pronto, en la ciudad, entabla relaciones con los Guzmanes y, como ellos, tiene la esperanza de que sea el infante D. Fernando el que gobierne Castilla, muerto Felipe el Hermoso. Una vez que regresan de las Cortes de La Coruña los dos diputados enviados por la ciudad de León y se produce el duro enfrentamiento del regimiento de la ciudad contra Francisco Fernández de Quiñones, conde de Luna, por apoyar el subsidio real en contra de las directrices de la ciudad, durante el verano de 1520 el prior de Santo Domingo pasa a la acción y predica en la ciudad la conveniencia de abrazar la causa comunera y participar en la Junta de Ávila. Una vez que el regimiento de la ciudad, el cabildo catedralicio y el conjunto de la sociedad en Agosto de 1520, en contra de la postura del Conde de Luna y del canónigo Diego de Valderas partidarios del rey Carlos, deciden abrazar la causa y enviar representantes a la Junta, reunida en Ávila, los elegidos son: Fray Pablo de Villegas, el canónigo Juan de Benavente y D. Antonio Quiñones, tío del Conde Luna. A partir de ese momento el papel de nuestro fraile en la causa va a ir creciendo y a finales de dicho año está ya en Valladolid arengando a la ciudad y tutelando a los miembros de la Junta. Su protagonismo se inicia en la toma de Tordesillas por los comuneros y en la expulsión del marqués de Denia, encargado de custodiar a la reina Juana. Nuestro fraile es el encargado de entregarle el ultimátum. Por estas fechas fray Pablo aparece ya como ideólogo de la revolución y ello explica que sea elegido, junto a otros dos representantes de la Junta, entre los que se encuentra el leonés Antonio de Quiñones, para entrevistarse con el Almirante de Castilla, quien se había ofrecido como mediador en un intento de detener la revolución. En noviembre de 1520 fray Pablo le expone al Almirante las ideas políticas revolucionarias: la Junta quiere el entendimiento con el rey siempre que éste acepte sus peticiones; la Junta está legalmente legitimada por la reina Juana e identificada con el reino y todo bajo el principio irrenunciable de que el reino se halla por encima del Rey. El Almirante, horrorizado, responde a fray Pablo: «Cosa es que jamás fue vista... éstos quieren ser reyes...» Pero el papel del fraile leonés no terminaba aquí, pues fue elegido para ir a los Países Bajos a entrevistarse con el propio rey Carlos V. Junto a Antón Vázquez y a Sancho Sánchez se encamina fray Pablo con la esperanza de exponer al rey las peticiones de la Junta y hacerle entrar en razón. Pero la noticia del encarcelamiento del primer emisario que llegó a palacio hizo retroceder a fray Pablo, quien logra llegar a Valladolid después de no pocas penurias, escondido bajo el disfraz de mendigo y con alto riesgo de su vida. Este hecho parece enfurecer al fraile que a partir de esos momentos se afana en difundir la afrenta del rey, la maldad de la nobleza y la necesidad de llevar la revolución a sus últimas consecuencias. La respuesta rural antiseñorial está en plena efervescencia cuando en marzo de 1521 fray Pablo encabeza el tribunal que declara enemigos del reino al Almirante, al Condestable, al Conde de Benavente, etc. No cabe duda que en el endurecimiento de la posición de la Junta y la decisión de ir a la guerra abierta influyó el fraile dominico. Su postura y sus predicamentos no dejan margen a la duda: el rey nunca regresará a España... no hay nada que pactar y la única salida es derrotar al enemigo en el campo de batalla... la revolución solo tiene un camino, la violencia y la guerra... Predicaba esto el fraile en Valladolid, en León y en todas las villas que afanosamente recorría y tal como declara un mercader vallisoletano en agosto de 1521 justificando la no-culpabilidad de la ciudad: si no fuese por el dicho fray Pablo la villa se concertará... La derrota comunera en Villalar en abril de 1521 puso el punto final a una revolución y al proyecto de fray Pablo. Posiblemente el fraile dominico era consciente en la primavera de ese año y en los momentos de animar a la guerra de que las posibilidades de victoria para el bando comunero eran pocas. Pero como ideólogo y revolucionario de su época estaba dispuesto a intentarlo, aunque fuese a costa de perder la vida. Había nacido como privilegiado en una sociedad de señores y vasallos sometidos, pero a diferencia de la mayoría de su estamento, eligió la lucha por el cambio, por la renovación desde las bases tradicionales y desde su propia ideología tradicional. Al final del proceso tuvo que escuchar su nombre entre los exceptuados del perdón general que el rey Carlos mandó leer en la plaza de Valladolid un 28 de octubre de 1522. Sólo la clemencia real y la táctica del perdón diseñada por Carlos V le libraron de la horca.
Los Guzmanes de León (Ramiro Núñez de Guzmán, el comunero) El linaje de los Guzmanes adquiere protagonismo e influencia en la Edad Media y como otros señores reciben de los reyes de Castilla importantes mercedes, rentas y jurisdicciones sobre vasallos. Esta posición les lleva a poseer la jurisdicción en algunos concejos de la montaña de Boñar, el condado de Porma con la villa de Vegas del Condado, un castillo en Aviados y una casa-palacio en Toral de los Guzmanes. Frente a la otra familia fuerte, los Quiñones, condes de Luna, considerada como los grandes depredadores de los campesinos, los Guzmanes parecen tener otro talante más urbano y más inconformista con las posiciones sostenidas por nobleza tradicional. Eso explica que ya en 1484 el joven Ramiro Núñez de Guzmán se enfrentase al todopoderoso Almirante, lo que le costó el destierro en Portugal decretado por la reina Isabel. Le acompañan en Évora y Santarén sus vasallos montañeses quienes, dirigidos por su señor, salvan al rey portugués don Juan de una traición y revuelta nobiliaria. El rey en recompensa intercede ante los Reyes Católicos que le perdonan y restituyen sus bienes en 1503.
Una familia en todo su apogeo Obtenido el perdón y de regreso a León, Ramiro Núñez mantiene su posición y estima en la ciudad, especialmente a partir de la muerte del rey Felipe el Hermoso y durante las regencias de Cisneros y del rey regente Fernando. Es el momento de mayor esplendor de la familia pues el mismo Ramiro es enviado como embajador a Génova(1513-1514) y su hijo mayor Gonzalo sirve al infante don Fernando. Mientras, sus hermanos rodean y apoyan al infante con la pretensión de que sea el futuro rey de la corona castellana a la muerte del regente Fernando. De regreso a León en 1514 es nombrado regidor de la ciudad, cargo que ocupa entre esa fecha y 1520. Había nacido Ramiro Núñez de Guzmán en el seno de la familia noble formada por Gonzalo de Guzmán y María Osorio, nobles en la corte de Enrique IV de Castilla. Casado con María Juana de Quiñones, tía del tercer conde de Luna, tiene por hijos al mencionado Gonzalo, regidor de León en 1514-1515; Martín, camarero del rey Fernando; Juan, obispo de Calahorra, participa en Trento, Diego y Alvaro. Con la mayor parte de los hijos jóvenes, Ramiro Núñez lidera en la ciudad un regimiento o ayuntamiento claramente enfrentado a la nobleza tradicional y de forma especial al conde de Luna. Ya en agosto de 1520, el Guzmán se proclama jefe de la causa comunera y en sesión del ayuntamiento propone el envío de representantes a la Junta de Ávila. El enfrentamiento con el conde Luna crece durante el mes de septiembre a raíz de un problema de recaudación de impuestos y de las maniobras del conde para frenar la causa comunera utilizando a sus seguidores y al canónigo Diego de Valderas. En octubre, la ciudad de León es plenamente comunera y Ramiro Núñez, junto a fray Pablo de Villegas, dominan la situación y empiezan a presionar sobre aquellos canónigos y vecinos moderados que temen por la situación. Mientras que fray Pablo y su cuñado Antonio de Quiñones estaban ya fuera de León al servicio de la Junta, Ramiro Núñez recluta hombres que envía a su cuñado y frena cualquier intento de vuelta atrás en la ciudad. Su control es total hasta que las circunstancias le llevan a participar directamente en la batalla con sus vasallos montañeses. Pese a la derrota logra huir a Portugal y como en la anterior ocasión del destierro se pone al servicio del rey portugués. A la vez que Ramiro Núñez huye con sus hijos y vasallos, el conde de Luna entra en la ciudad de León y se apodera del ayuntamiento, solicitando por carta al rey que le conceda a él y a su familia los bienes de los Guzmanes, rentas y vasallos. La «dictadura» impuesta por este tirano, al que las generaciones venideras de leoneses han dedicado una plaza y levantado un palacio, le llevó a dirigir una carta al rey solicitando perdón para la ciudad. Ya en mayo de 1521, el cabildo y regimiento de la ciudad habían suplicado el perdón al rey, pues en la ciudad no habían matado ni quemado... Ramiro Núñez de Guzmán había jugado duro, pese a su posición privilegiada. Posiblemente tenía poco que ganar y mucho que perder, pero como noble adelantado a su tiempo, emprendedor, arriesgado y enemigo acérrimo de muchos de sus parientes grandes señores o «abusadores de vasallos», prefirió abrazar la causa comunera hasta el final sin importarle las consecuencias. Sin duda, el renacimiento y las ideas adquiridas en Italia y en Portugal estaban detrás de la concepción que tenía sobre la Monarquía y el Estado Moderno. Mientras que muchos vecinos y artesanos leoneses eran desterrados de la ciudad por el conde de Luna, los cabecillas eran condenados a muerte. En este contexto de represalias, en mayo de 1521 el nuevo corregidor de León ordena destruir el palacio de los Guzmán, incluidos los cimientos. Pero los vecinos de León y sus vasallos se oponen y entorpecen el derribo tanto del palacio de León como del de Toral. El proceso contra el Guzmán era imparable y así, en febrero de 1522 el Licenciado Lerma empieza a requisar los bienes, rentas y castillos. La esposa María de Quiñones resiste en el castillo de Toral y reclama la propiedad patrimonial de la fortaleza. Pero la confiscación de los bienes y la posterior venta no se detiene ante el enfado del conde de Luna, que pretendía se le adjudicasen a él por vía de botín de guerra, sin caer en la cuenta que la corona lo que necesitaba era dinero. El patrimonio de Ramiro Núñez fue valorado en veinte millones de maravedíes y las rentas anuales unos 375.000. Los bienes subastados fueron comprados por el conde de Valencia que pagó por la villa de Toral siete millones de maravedíes; por Juan de Ulloa que paga 9 millones de maravedís por la jurisdicción de Vegas del Condado, aunque una parte del dinero va a la manutención de la esposa de Ramiro Núñez. Por lo que respecta a León, cuarenta y tres nombres son puestos en la lista de los exceptuados y condenados en principio a muerte por el Consejo Real y los Alcaldes de Casa y Corte. Sólo la posterior intervención del rey, que se dio cuenta que era mejor el perdón para la causa, evitó la mayor parte de las ejecuciones, aunque no pocos fueron desterrados a Portugal. En 1527 y una vez que la Corona había triunfado plenamente empieza a surtir efecto la clemencia real. Por esas fechas es posible que Ramiro Núñez estuviese ya de regreso en León, una vez obtenido el perdón. En 1532 Carlos V ordena la devolución de los bienes a Martín Núñez de Guzmán, hijo del mencionado Ramiro, previo pago de las correspondientes indemnizaciones a los antiguos compradores. La familia, el linaje volvía a su tierra, pero ahora nunca más iba a tener poder en la ciudad, pues el que dirigía «la orquesta» era el conde de Luna o la familia de los Quiñones y otros caballeros y señores que acataron sus órdenes. El hecho de que León aún hoy no tenga dedicada ni calle ni monumento a Ramiro Núñez de Guzmán sólo puede entenderse desde su posición de perdedor, de derrotado, de revolucionario, en un contexto que sólo parece reconocer a los vencedores, a los que defienden el orden establecido por la clase dirigente, aunque aquellos fuesen en la vida real opresores y tiranos, no en vano Riello, como otros concejos leoneses bajo su jurisdicción, estuvieron pleiteando por la defensa de su tierra con los citados señores hasta el siglo XX.
Los comuneros leoneses 1. Ramiro Núñez de Guzmán. Dirigente militar, noble y jefe de la comunidad de León. Sus hijos: Gonzalo Núñez de Guzmán y Diego, encargados de las finanzas de la Junta, Álvaro y Juan. 2. Fray Pablo de León o de Villegas. Prior del Convento de Santo Domingo. Gran ideólogo y propagandista. Enemigo de la nobleza. Posible autor del libro: Guía del Cielo(1553). 3. Juan de Benavente. Canónigo de la Catedral. Diputado de la ciudad y Procurador en la Junta. 4. Antonio de Quiñones: diputado y Procurador en la Junta; capitán de las tropas comuneras. Los Exceptuados de Carlos V en el perdón general decretado en Valladolid el día 28 de Octubre de 1522:
Condenados a muerte 1. Ramiro Núñez de Guzm án y sus cuatro hijos. 2. Fray Pablo de Villegas ( de León) y su hermano fray Alonso (Antonio) de Villegas. 3. Antonio de Quiñones. 4. Juan de Benavente. Canónigo. 5. Vecinos de León: Bernardo (Hernando) Gil; Reinalte de Castro; Suero de Oblanca; Pedro Suárez de Arguello; Rodrigo de Oviedo y Diego Alvarez Castro, sastres; Cristóbal de Benavente, bordador; el barbero Sorrentis; Rodrigo de Zimanes, zapatero; Antón de Mallo, el maestro Bustillo.

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